Lilelle Alma: Para qué y cómo adornar un árbol navideño?




El joven fijó su mirada en el abedul y descubrió en el tronco siete escalones.
    Y eso, ¿para qué es? – sorprendido preguntó.
    Esos escalones simbolizan el ascenso del chamán por este árbol hasta el Séptimo Cielo, cada segmento representa uno de los cielos, – respondió Kuday Kam.
    ¿Para qué?
    Porque un auténtico chamán es capaz de trasladarse a cualquier lugar que desee, los mundos están bajo su dominio y él puede dirigirse a todos los Dioses de estos mundos solicitándoles fortuna, ayuda, curación y todo aquello por lo que la gente acude a él.
    ¿Ese es el secreto de su poder?
    Así es. ¿No has pensado nunca, por ejemplo, en el árbol que ponéis para las navidades?
    Sí, claro, para las fiestas, un árbol que crea el ambiente festivo y que adornamos, – alegre sonrió Saosh Yant. – El árbol, las guirnaldas, las figuras y el aroma de las mandarinas…
    ¡Ja, ja, ja! – se rio jovial Kuday Kam. – ¡Mandarinas!
Su risa estaba llena de energía, de vida, de auténtico amor y bondad, era una risa contagiosa a través de la cual trasmitía cierta magia y amor a la vida.
    Así es, – desanimado reaccionó el joven. – Siempre se hace así, ¿qué hay de gracioso en ello?
    Sabes que esa es una antigua tradición chamánica.
    Sí, algo había oído decir a mi abuelo cuando niño, – Saosh Yant se rascó la cabeza.
    ¡Viste! El árbol no es tan sólo un adorno festivo, él recuerda a la gente una antigua tradición, representa al Árbol del Mundo que enlaza los tres niveles: las raíces con el mundo Inferior, el tronco con el Medio y la copa con el Superior.
    ¿Y las figuras?
    Las figuras en él árbol son los espíritus, las cosas y acontecimientos que surgen en el Mundo Superior, se hacen realidad en el mundo físico y, tras romperse, estropearse, pasan al Inferior, al mundo de Erlik. Antaño cada figura encerraba en sí el alma, la esencia del objeto o acontecimiento que la gente quería hacer realidad.
    Espera, espera, Kuday Kam, – interrumpió el joven, – ¿cómo todas esas esferas, carámbanos y figuritas pueden ayudar a hacer realidad un deseo? Algo no me cuadra.
Kuday Kam volvió a reírse con alegre y contagiosa carcajada.
    ¡Es cierto! Las bolas y las figuras no son capaces; la gente hace mucho que ha olvidado el ritual y no recuerda cómo se debe adornar el árbol, que no se deben colgar de él bártulos mundanos sino objetos chamánicos especiales que representen las cosas que se desea atraer: si los padres esperan un niño, si el pastor desea aumentar el ganado o el comerciante mejores negocios, todo eso se representaba con esas figuras.
    ¿Quién los fabricaba?
    La misma gente: los padres, el muñeco de un niño, el pastor, la figura de un animal, el comerciante, algo representativo del dinero, etc. Luego el sacerdote o chamán celebraba un ritual y encerraba en los objetos el alma o espíritu correspondiente a cada uno, es decir, les “daba vida”. Luego, la gente en sus corros en torno al árbol trasmitía a sus figuras su propia fuerza, la llenaban del deseo que querían hacer realidad en este mundo físico.
    ¡Oh, vaya!, – chasqueó con la lengua el muchacho. – ¡Ahora no se celebra nada! La gente se emborracha y se duerme al pie del árbol o por ahí cerca. ¡A lo que hemos llegado! Dime, ¿eso influye todo el año?
    ¡Claro que influye! Así la gente crea un destino desafortunado, pierde fuerza, salud, ventura; ¡todo influye en nuestra vida!
    ¿Quieres decir que hay que olvidarse de las bebidas y de la televisión y hacer corros en torno al árbol pidiendo deseos? ¿Sí?
    Exactamente, – un tanto pesaroso respondió Kuday Kam. – Ahora eso es sólo entretenimiento de niños, así es como los rituales ancestrales se han convertido en jugos infantiles.
    Yo recuerdo que en mi niñez teníamos un juego en el que nos tomábamos de las manos y balanceándonos decíamos: “La mar está agitada, uno; la mar está agitada, dos; la mar está agitada, tres, figura marina no te muevas”; nos soltábamos las manos y nos quedábamos inmóviles cada quien en una pose. Era algo insólito.
    Sí, porque ayuda a conocerse uno mismo, sobre todo si la pose escogida es incómoda.
    El juego del Inmóvil era parecido, te pillaban con poses más difíciles, pero nos esforzábamos, resistíamos, por ejemplo, a la pata coja.
    Ya, todo son ecos de rituales y prácticas ancestrales hoy olvidadas por la gente.
    También me acuerdo de los corros en torno al árbol. ¿Cómo había que hacerlo correctamente?
    Los corros para solicitar un deseo se hacen en sentido horario, porque crea un campo positivo, y los participantes dicen conjuntamente el deseo que tienen para llenarla de sus emociones y energía, es mejor cuando el deseo es común, no  varios y diversos, en este último caso el campo de fuerza no es tan potente.
    Qué curioso, – comentó Saosh Yant con mirada entusiasmada. – Cuéntame, por favor, ¿cómo se adornaba el árbol? ¿Tenía también, supongo, un sentido sacro?
    ¡Claro! ¿Cómo si no? Con frecuencia, se colocaba en la parte superior del árbol la imagen de Ulguen, soberano del mundo Futuro, de donde provienen las cosas y los acontecimientos nuevos, donde se encuentran las nuevas ideas, formas y proyectos. Sobre él se ponía a Tengri Khan, de quien depende la realización de los deseos de la gente, puesto que, si no fuera la voluntad del Dios Superior, no se caería ni un cabello de tu cabeza. Al pie del árbol estaba la imagen de Erlik, Dios del Submundo, a donde van a parar todas las cosas y acontecimientos pasados, a este Dios se le representaba severo y adusto, a él es a quien posteriormente se le empezó a llamar Papá Noel y se le pedía que no se llevará al Mundo de los muertos el alma de la gente ni del ganado, que no sembrara desgracias, enfermedades y diversas calamidades que destruían este mundo. Por encima de Erlik se colgaba a Umai, la Doncella de las Nieves, la Diosa protectora que guardaba todo aquello que debería realizarse, impidiendo que Erlik se lo llevará a sus posesiones.
    ¡Ah! Por eso ella siempre esta alegre y risueña.
    Así es.
    Pero ella es su nieta, o sea, su pariente. ¿No es así?
    Sí. Umai no crea nada, ella solo conserva, pero por mucho que se esfuerce, tarde o temprano, todo pasa al mundo de Erlik.
    ¿Qué más? – se interesó el muchacho. – ¡Es todo tan interesante!



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